Así fue como, en poco tiempo, comencé a dar clases tanto en centros deportivos como en escuelas deportivas organizadas por Ayuntamientos de la provincia, en concreto en Santiponce, donde trabajé durante 3 años que me aportaron muchísimo conocimiento en el ámbito deportivo, ya que reunía, entre los distintos grupos, a más de 50 personas, donde en la gran mayoría se podrían englobar a los denominados adultos mayores. Lo que, para mí, supuso un reto y un regalo, donde tenía que reinventarme en cada clase pero, a cambio, recibía a diario muestras de un enorme agradecimiento a mi trabajo y atención.

He tenido la suerte de trabajar en grandes centros deportivos y cadenas de gimnasios (Galisport, Supera, Okmas+, Sato Sport…), y coordinado, durante más de cinco años gimnasios corporativos (The Corporate Gym-Abengoa).

Sin embargo y a pesar de no faltarme el trabajo, seguí en una formación continuada, Entrenamiento Personal, Embarazadas, Técnico Fitness, Monitora Deportiva y Actividades Dirigidas… y fue en 2014, buscando quizás un equilibrio entre mi vida profesional y mi afición a las carreras por montaña, descubro el Yoga. Donde encuentro un aporte extraordinariamente amable a mi ritmo de vida, por entonces demasiado acelerado.

Y comienza mi formación en Yoga, un camino en el que nunca dejas de formarte, nunca dejas de aprender, siempre en un continuo aprendizaje.  Descubriendo valores y emociones escondidas en lo más interno de mi Ser, permitiendo que afloren para aportar a este mundo mi granito de arena, en mis relaciones personales, familiares y conmigo misma, en un continuo camino de crecimiento personal.

Es en Marzo de 2019, cuando, después de once años dedicada al Pilates y al Entrenamiento Personal y casi cinco años como «estudiosa» del Yoga, abro mi primera sala donde puedo aplicar los conocimientos adquiridos en estos años de formación y práctica, enfocándome por completo en el Pilates como método terapéutico, en embarazadas e incluyo un espacio muy especial dedicado al Yoga y a la Meditación.

Tras un año y coincidiendo justamente con esta situación tan triste y desoladora generada por la pandemia del Covid19, me veo obligada a cerrar las instalaciones y, como tantos otros compañeros de la profesión, a buscar nuevas oportunidades que me permitieran mantener las clases con mis alumnos y no dejarlos “abandonados”. Por lo que, de la noche a la mañana, me vi dando clases online, metiéndome en un mundo para mí totalmente desconocido pero que, ante la necesidad, tuve que aprender a gestionar.

Y tengo que dar gracias por ello, porque ha sido un gran aprendizaje para mí, a nivel profesional y humano; he mantenido una relación mucho más estrecha, si cabe, con mis alumnos, con una complicidad e implicación por ambas partes mayor, además de ofrecerme el conocimiento hacia una enorme puerta de acceso que brindar a todas aquellas personas que, por circunstancias, no puedan acceder a clases presenciales. Por eso, desde entonces, las clases online llegaron de forma inesperada a mí para transmitirlas y lo hicieron para quedarse, sin lugar a dudas.